Súper mujer

Nada más lejos de la realidad: la mayoría de nosotras no somos ni princesas, ni tan fuertes como Hércules y mucho menos tenemos el cuerpo de Maribel Guardia. Pero sí somos “súper mujeres”.

Para ejemplificarlo te comparto la historia de Olga Murray, una anciana de 86 que cuando tenía 62 años hizo un viaje a Nepal donde se fracturó una pierna. El guía la llevó a una aldea para que la curaran. Estando ahí, presenció un festival que se lleva a cabo en el mes enero, al cual llegan personas de otras ciudades para comprar niñas de 7 u 8 años que los padres venden y los compradores las revenden en ciudades como esclavas domésticas.

Estas niñas llevan una vida de perros: viven en los patios de las casas, no tienen voz, no tienen derecho a nada y se embarazan, casi siempre por el hijo del patrón para luego ser tiradas a la calle. Ésas son las que corren con suerte, ya que a la mayoría se venden a los prostíbulos.

Olga comprendió que aunque gastara todo el dinero que llevaba en salvar a tres o cuatro niñas con los 780 dólares que costaba cada una, se las iba a devolver a la familia y las iban a volver a vender porque no tenían dinero para mantenerlas.

Olga regresó a California y formó una pequeña fundación, inicialmente con sus amistades. A 20 años de haberse creado, Olga ha salvado a 26 mil niñas, cambiado la cultura del país, ha conseguido que el gobierno considere ilegal la venta de niñas, ha logrado que los padres tengan vergüenza de vender a sus hijas y que las familias que tienen una de estas niñas, las escondan por que les da vergüenza.

Todo esto lo ha conseguido una viejecita de 86 años, quien no tiene la fuerza de Hércules ni mucho menos el cuerpo de Maribel Guardia. Si una viejecita pudo hacer esto, ¡imagínense lo que pueden hacer ustedes!

Entendamos que somos de carne y hueso, con virtudes y defectos, que también nos cansamos y hasta nos deprimimos. No tenemos que demostrarle nada a nadie. Esta fuerza, este poder que tenemos, sirve para que cada una, desde nuestra trinchera, hagamos algo para crear un mundo mejor, tal como decía Isabel Allende: “No se trata de cambiar a las mujeres para que se acomoden en el mundo, sino de cambiar al mundo para que se acomode a las mujeres”.

Para mi, ser una “súper mujer” no es la sabelotodo, sino la que sabe reconocer sus errores y aprende de ellos para crecer; la que pide ayuda cuando se vé rebasada y sabe ser agradecida; la que no permite que nadie le diga cómo vivir, cuándo y por qué, sino la que elige la vida que quiere para ella y los suyos.

La Súper Mujer es una mujer como tú y como yo, de carne y hueso, que busca siempre un mundo mejor para los suyos.

Por Cristina Jauregui

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